martes, 25 de noviembre de 2014

La fraternidad: amor que trae la paz y la unidad.

Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna (Jn 3, 16). La presente expresión bíblica tiene un trasfondo impresionante, se trata en definitiva de la acción de Dios Padre sobre toda la humanidad, y por ende sobre toda la creación, es el resumen de su proyecto, de su obra redentora.

Jesucristo, el Hijo de Dios vino a proclamar la Buena noticia ¿cuál? Pareciera irónico decirlo ya que en nuestro mundo actual tan infestado de negatividad y malas noticias qué puede haber de bueno en una noticia de hace dos mil años.
Esa buena noticia anunciada por Jesús de Nazaret es que ha llegado el año de gracia del Señor, ha llegado la liberación y la fraternidad. Entiéndase estos términos desde Dios que son mucho más profundos y radicales, pues tocan a la persona misma en lo más profundo de su ser y no desde la mentalidad del mundo.

Jesús es el profeta del reino de Dios, éste no es otra cosa que experimentar el amor de Dios que está entre nosotros, teniendo como ley el amor, es decir, relaciones justas y fraternas con los demás, con Dios y conmigo mismo. Un profeta es aquel que está lleno del Espíritu de Dios y anuncia sus palabras y hace sus obras; esto quiere decir que Jesús ha tenido originaria y fundamentalmente una experiencia de Dios, de su Padre y ha quedado lleno de su Espíritu confirmado en el Bautismo de Juan, lo único que hace es compartir con toda su fuerza dicha experiencia con palabras y obras. Es una acción profundamente trinitaria.

El proyecto del Padre no es otra cosa que formar una familia, para ello ha engendrado en la historia a su Hijo unigénito, es el hermano mayor, el que nos hace hijos en Él, el que nos muestra al Padre, su padre, nuestro padre. Y si Dios ha querido formar una familia, se comprende porque hay un Padre y hay un Hijo, de ahí que la fraternidad (familia) sea el motor que mueva el reino de Dios.
Todo lo que dijo e hizo Jesús lo vivió del Padre, de su relación íntima y profunda; por ello, el Hijo es el que puede llevar a cabo toda la obra de salvación del Padre, el Hijo ha sido enviado y entregado a los hombres, porque el Padre le ha puesto todo en sus manos (Jn 3, 35). Dios nos ha amado en el amor y entrega de su Hijo, de ahí que Jesús nos amara hasta la muerte, porque la experiencia de ese amor entre Él y el Padre en el Espíritu es infinito y desbordante que no habría otra cosa más que compartirlo y envolver a toda la humanidad, a toda la creación en él.

El Hijo (Jesucristo) se ha vuelto hacia nosotros para amarnos con el mismo amor que le ha amado el Padre. La gracia que supone este amor es el mismo Jesús que a través de ese amor logra liberar a todos, los acoge a todos, los hace hijos del Padre y hermanos suyos; les da la vida divina a todos. La gracia es el mismo Hijo del Padre, por ello él es Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) , la vía de acceso a Dios Trinidad.
Dios nos ha abrazado con el mismo abrazo que da a su Hijo en el Espíritu, lo ha envuelto todo con su amor, cómo el Padre me ha amado, así les amo yo (Jn 15, 9); somos familia de Dios, familia de hermanos donde resplandece el amor, la comunión del Espíritu, que nace de las entrañas del Padre y que en Jesucristo lo entregó todo para que todos fueran uno en él, como él es uno en el Padre.


Hasta la muerte de su Hijo quiso el Padre manifestar su amor infinito por el hombre en el Espíritu. Todo hombre que quiera acercarse a este misterio de amor, deberá experimentar primero su realidad de hijo de Dios y hermano de Jesucristo, impulsado por el Espíritu. Solo la experiencia de fraternidad (familia) nos abre el camino de acceso a Dios Trino, solo el amor nos impulsa a abrazarnos como humanidad entre nosotros y abrazarnos como humanidad con Dios. Esa es la vocación del hombre: el amor y la unidad. 

Hasta que la humanidad se viva como verdadera familia encontraremos paz y alegría entre nosotros, solo el Amor puede salvarnos de nosotros mismos y nuestro egoísmo destructor y alienante. Buscar amar siempre, abre tu corazón al amor y entrega el amor del que eres capaz. 

Por: Luis Javier Román Moya

lunes, 20 de octubre de 2014

¿Dios? (La pregunta sobre Dios)

Preguntar sobre qué es Dios o quién es Dios es una de las preguntas más fascinantes de la vida, todos nos hemos hecho está pregunta de una u otra manera, o en alguna situación determinada de nuestra vida y diario vivir. Preguntar sobre su existencia o su esencia remite a querer encontrar respuestas concretas y bien definidas de la propia vida, por lo tanto, cuando hablamos de Dios y preguntamos sobre él estamos preguntando sobre nuestra vida, sobre lo que acontece en la misma, hablar de Dios es hablar de lo que el hombre vive, en definitiva de lo que es el ser humano.

Esta afirmación en la que se realza el vínculo entre un Dios y nosotros a través de la búsqueda de sentido de la propia existencia es a su vez personal y colectiva, personal en cuanto que cada uno siempre busca comprender el sentido de su propia vida y colectiva en cuando humanidad que somos y de las relaciones que hacemos a lo largo de los años queremos descubrir hacia dónde nos dirigimos, cuál es el destino de los hombres y mujeres, entre otras preguntas.

Teniendo como base que el hombre tarde o temprano se pregunta por “Dios” o por un ser supremo, pues aquí no se afirma que el Dios por el que se pregunta la humanidad es el mismo; se puede comprender que es indispensable hablar de fe para preguntarse sobre Dios, pero qué pasa con los que se preguntan y se dicen no creyentes, o los que dicen creer y aun así preguntan.
Si preguntar sobre Dios es propio del hombre, entonces creyentes o no creyentes pueden preguntarse sobre Dios, pero la búsqueda primera de la respuesta ante la pregunta será distinta y completamente diferente entre una y otra.

En alguna ocasión, frente a un problema familiar muy doloroso me pregunté sobre el porqué de las cosas, y todo ello tenía que ver con Dios, aquel en quien mis padres me enseñaron a creer, debo decir que en aquel entonces no tenía la formación que ahora tengo, pero recuerdo que mis preguntas en definitiva estaban dirigidas a querer encontrar algo más que una simple respuesta como “solo Dios sabe porque pasan las cosas”, entonces qué clase de Dios era este en quién creía.
Ahora lo comprendo mejor, mi búsqueda y mis preguntas se referían ante Dios porque necesitaba tener un sentido de vida en ese momento difícil en mi existencia y que en ningún momento había colocado en duda le existencia del Dios en quién creo; sigo siendo un católico pero ahora con mayor convicción sobre mi fe y sobre el Dios en quien creo, el revelado por Jesucristo, un Dios de amor.

De ahí que un no creyente, aunque se declare tal, se pregunte por su sentido de vida, por su valor y por su propia existencia, sin embargo, hay que tener en cuenta que se puede tratar de una persona en búsqueda, en crisis, pues una persona que niega la existencia de Dios no puede hablar de algo que según él no existe, es como dar patadas al aire. A Dios no se llega por conocimientos y teorías, se le llega y se le vive por experiencia, se le conoce para poder hablar de él.

Es entonces que se puede comprender porque el que cree también se pregunta por Dios, porque necesita comprender lo que cree, porque es necesario para su vida de fe, porque quiere conjugar la razón y el corazón, porque quiere comprenderse a sí mismo. Dios se da a conocer a cada hombre de una manera particularmente propia, porque cada ser humano es único con una serie de características especiales; quien pregunta por Dios, pregunta por sí mismo, por ello quien logra conocerse a sí mismo puede conocer a Dios.


Cómo estudiante de teología resuena en mí el que esta pregunta sea la propia de los teólogos, pero la llevo más allá como cristiano que soy y por ende para todo el que se dice cristiano: sólo el que cree y ama a Dios es el que muestra el camino para descubrir el rostro de ese Dios en quien creemos. Como cristianos estamos llamados a dar respuesta pero a través de la fe y sobre todo del amor que no es sino conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos para dar paso al silencio, ahí donde se vive profundamente la fe y uno queda sin palabras ante tan grande misterio de amor que nos sobrepasa, pero que aun así se hace cercano y palpable. Juan Pablo II escribirá: “Dios ha venido hasta aquí y se ha parado a poca distancia de la nada, muy cerca de nuestros ojos”. La única respuesta para todo es el amor y Dios es amor. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Encontrándome es como te encuentro!!!

Para hablar de Dios hay que tener una experiencia de Dios, no podemos decir nada sobre él si no le conocemos, de ahí que muchas veces las teorías, doctrinas y discursos de muchos que hablan sobre Dios suenen huecas y carentes de sentido vital.

Precisamente la Teología contiene estos dos aspectos cuando se habla de Dios, por un lado posee toda una doctrina y reflexión sobre Dios pero esta ha sido elaborada a partir de la experiencia misma de la Iglesia y de sus miembros. Hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto (Jn 3, 11).
Vamos más allá; para hablar de Dios hay que hablar primero del hombre pues él es el sujeto que vive la experiencia de Dios y a su vez la vive de sí mismo, por tanto, en Dios el hombre se encuentra a sí mismo y en sí mismo el hombre encuentra a Dios.

Ante esta afirmación corresponde vislumbrar al ser humano como creatura de Dios, es una maravilla, él es fruto de una largo proceso de evolución de la vida, y esa vida como nos dice san Juan en su evangelio es el mismo Cristo (Cf. Jn 14, 6)

En cada ser personal la vida se sigue creando, no es estática, sino dinámica y se recrea todos los días, pues la vida misma lleva este proceso en cualquiera de sus formas no solo en el ser humano, toda la creación, el cosmos, evoluciona, se recrea todos los días.
Así como el cosmos entero tiene esta dinámica, en el hombre se verifica en su expresión de vida a lo largo de los años, pero también en sus capacidades, como la reflexión, la afectividad, la ética, etc.

Toda capacidad personal, así como cada experiencia ha provocado en nosotros el aprendizaje vital para saber responder a la vida misma y sus desafíos; ha provocado en nosotros una transformación y comprensión gradual de nosotros mismos y de la naturaleza.
En la medida que somos conscientes de nosotros mismos nos vamos recreando a sí mismos, es este un proceso fascinante que también lo vive todo el cosmos: todos poseemos y somos habitados por una fuerza vital que nos permite transformar nuestra realidad y a su vez aportar de nuevo a todo el conjunto.

Por otro lado es necesario recordar que el ser humano es un ser profundamente simbólico y necesitado de sentido, por ello forma imágenes, construcciones e interpretaciones para comprender todo lo que él es y lo que le rodea. Para Ivone Gebara, teóloga y feminista, ésta es la maravilla humana que nos coloca en el conjunto del Universo del que formamos parte.

A partir de estas líneas se puede comprender un poco más que toda esa maravilla que habita en nosotros y nos posibilita para comprendernos y encontrarnos a nosotros mismos por un lado, pero para ir al encuentro de todo el universo por el otro, es parte esencial de esa experiencia de Dios, nos acercamos al misterio de Dios cuando tocamos nuestro propio misterio y maravilla, pasamos de relacionarnos con algo a tener una relación con “alguien”.

Dios vive dentro de cada uno de nosotros y al encontrarnos con nosotros mismos en lo más profundo de nuestro ser también lo encontramos a Él.

lunes, 31 de marzo de 2014

PALABRA - TENTACIÓN - TRABAJO

Homilía
I domingo de Cuaresma
Gn 2, 7-9; 3, 1-7; Rom 5, 12-19; Mt 4, 1-11.

La liturgia de la Palabra de este día se expone en tres ideas fundamentales y que corresponden a las lecturas tanto del A.T. como del N.T. y especialmente el Evangelio.
En la primera lectura se nos narra cómo el hombre y la mujer transgreden el mandato de Dios al comer del árbol que estaba en el centro del jardín por instigación de la serpiente.
En la segunda lectura, san Pablo expone como ante la desobediencia de Adán y Eva que trajo consigo el pecado y la muerte, Dios otorga su gracia que se desborda mucho más sobre cualquier pecado; equipara la transgresión de Adán con la obediencia de Cristo, por quien Dios mismo trae el perdón, la gracia y la vida.
El Evangelio por su parte nos presenta una escena parecida a la del Génesis, Jesús es tentado por el demonio en el desierto, así como el hombre y la mujer fueron tentados por la serpiente en el jardín del Edén.
Si vemos el hilo conductor de las lecturas podremos descubrir que en la primera parte hay tentaciones y el hombre cae y sufre las consecuencias de la misma, la segunda parte presenta el remedio de la situación en la que el ser humano quedó después de la caída, el perdón y la gracia por medio de Cristo y su vida misma, la tercera parte viene a presentar cómo un hombre (Jesús) al igual que Adán, ha sido tentado de nuevo pero ha vencido precisamente con la gracia de Dios.

El pasaje evangélico anterior al que hemos escuchado hoy narra cómo Jesús ha sido bautizado por Juan en el Jordán, se abren los cielos, el Espíritu desciende sobre él y se escucha la voz del Padre que dice: Este es mi hijo muy amado, escúchenlo; inmediatamente Jesús se interna en el desierto movido por el Espíritu Santo para ser tentado por el demonio.
Jesús está listo para iniciar su actividad apostólica de anunciar el Reino de los cielos, pero comenzando desde la toma de conciencia de quién es él (el Hijo predilecto del Padre que pide que lo escuchen), para iniciar su misión es necesaria la preparación, por ello el Espíritu lo interna en el desierto.

El desierto más que un lugar físico que es árido y casi sin vida, representa en las Sagradas Escrituras lugar de purificación, de aprendizaje, de prueba, de espera y maduración, es también el lugar donde el Pueblo de Israel peregrinó hacia la Tierra Prometida y sobre todo donde hizo Alianza con Dios, por tanto, es lugar de encuentro y experiencia con Dios, donde Él se comunica y hace oír su voz, por ello Jesús se introduce en el desierto, para aprender, para madurar su relación con el Padre y así hablar lo que Dios le ha comunicado.
Como el desierto es también lugar de purificación y prueba como lo fue para los israelitas que tantas veces murmuraron en contra de Moisés, que se hicieron un becerro de oro y pecaron, así Jesús se topa también con la realidad de las tentaciones.
El número de días que pasa en el desierto (40) que es igual al número de años que el pueblo de Israel camino para llegar a la tierra prometida es en la numerología bíblica también símbolo de purificación.
La tentación debe ser comprendida desde dos sentidos: uno de provocación en el que Dios prueba al hombre para su bien y hacerlo madurar, y otro de inducción al mal donde el demonio o “tentador” llevan a la persona a hacer el mal, por tanto no hay que identificar la tentación con el pecado, la tentación no es buena ni mala, lo que hacemos ante ella sí merece un juicio de valor ético.
Nadie puede evitar la tentación, es algo propio de nuestra naturaleza como seres humanos, como seres limitados e imperfectos, pero sí podemos vencerla. Jesús fue tentado tres veces, lo cual significa que en verdad pasó por esta prueba como hombre verdadero, nosotros también somos tentados constantemente, pero la clave está en saber reconocer la tentación para poder vencerla.
Y aquí nos encontramos con el hilo conductor de todas las lecturas.

En el relato del Génesis, la serpiente le pregunta a la mujer que si Dios “les prohibió comer de todos los árboles”, a lo que ella contesta: “Dios nos dijo que no comiéramos del árbol que está en el centro”. La serpiente que es la misma figura del demonio cambia las palabras de Dios por otras que se parezcan para hacernos caer. La mujer ha sido tentada e invitada a comer del fruto de ese árbol a pesar de la prohibición de Dios, pero la serpiente la convence con las mismas palabras que Dios ha pronunciado, es tal el engaño que la mujer termina por comer del fruto y le da a su marido que también come.
En el evangelio el demonio vuelve a utilizar la “Palabra de Dios” buscando hacer caer en el mal a Jesús, pero lo importante es ver la respuesta de Jesús que en las tres tentaciones le responde con la misma Palabra de Dios, no le permite caer en la trampa de acomodar lo que Dios ha dicho a su conveniencia, el ejemplo más claro lo tenemos en la segunda tentación: el demonio lo lleva a la parte más alta del templo y citando al profeta Daniel y al Salmo 91 le dice que se tire al vacío para que los ángeles lo rescaten, pero Jesús que también cita la Escritura pero desde la legislación que Dios le dio a Israel en el libro del Deuteronomio le contesta: está escrito que no tentarás al Señor tu Dios (en el sentido de ponerlo a prueba en contra de su propia palabra) y así anula la tentación.

La clave está entonces en la antífona que recitamos antes de proclamar el evangelio: “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, es decir, que el hombre debe alimentarse con la Palabra que Dios le ha pronunciado para su salvación, esa palabra que le dijo al hombre y a la mujer en el génesis es la misma que se escuchó cuando se abrieron los cielos en el bautismo, es la misma que ahora Jesús nos dice, Él es la Palabra de Dios que se ha comunicado con nosotros; para vencer la tentación es necesario conocer y meditar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, se trata de convertirla en nuestra forma de vivir y ser.

Jesús se preparó en su propio desierto, oró al Señor y se alimentó de su Palabra, así logró vencer al espíritu del mal, eso mismo nos invita a hacer, adentrarnos en nuestro desierto para purificarnos y madurar, orar al Señor en toda circunstancia y alimentarnos de su Palabra para vencer cualquier obstáculo que nos separe de Él y nos impida vivirnos como sus hijos predilectos.

Ahora ¿qué querrá decirles especialmente a ustedes, hermanos y hermanas obreras esta Palabra de Dios?, ¿para qué más les sirve desde su oficio o su labor cotidiana de todos los días?
El Señor les invita el día de hoy y siempre desde su labor, que antes que nada más allá de lo que hacen y a lo que se dedican, a vivir dignamente como personas, el trabajo se hace digno gracias a la persona, gracias a ustdes y la hace coparticipe de Dios en la obra de la creación.

El trabajo es en cierta medida el sustento y parte fundamental en la que se desarrolla  la vida familiar, es una necesidad natural y la vocación esencial del hombre.

La familia, es el núcleo importante en donde surgen buenos ciudadanos y mejores cristianos, el trabajo en gran medida aunque no de manera absoluta garantiza la educación de los hijos; tanto el padre como la madre de familia en las circunstancias que se encuentren, trabajan duro, invierten un considerable tiempo en él, se esfuerzan por darle lo mejor a los hijos y tratar de vivir lo más dignamente posible, ambos, hombre y mujer participan de la vida laboral, pero es de reconocer el papel de la mujer, ella es tan necesaria como el hombre en la vida familiar, en el trabajo, su presencia da vida y su trabajo debe ser reconocido y valorado socialmente sin perder de vista su vocación específica.

Con todo, también en el campo laboral todos estamos expuestos a caer en la tentación.
Generalmente las tentaciones buscan tres cosas: poder, tener y placer.
En su acción y trabajo ¿qué buscan? La tentación puede ser muy sutil y así como el demonio utilizó la misma Palabra de Dios para engañar a Adán y a Eva, incluso al mismo Jesús, lo puede hacer para engañarnos a nosotros mismos en las acciones que realizamos y en cualquier lugar ya sea laboral, familiar, educativo, etc.

Un trabajador puede justificar que roba, porque su jefe le roba, o puede creerse con el derecho de estar en un mejor puesto porque lo merece o es mejor que sus colegas sin importar a cuantos tenga que pasarles por encima; hoy en día todo parece válido con tal de lograr lo que nos proponemos, resultado de una cultura globalizada, consumista e individualista. Debajo de la tentación siempre se esconde el rostro del egoísmo y la avaricia.
Cierto que hay que buscar la justicia y buscar la protección de los derechos humanos de cada trabajador, también es loable aspirar a lograr un mejor puesto o lugar dentro de nuestro lugar de trabajo, pero nunca a costa de los demás ni del propio bienestar.

La tentación llega  al hombre y mujer obreros de hoy, que puede estar viviendo en el conformismo, haciendo las cosas por rutina, no encontrándole sentido a la vida y con el deseo desordenado de querer más, puede terminar como un eterno esclavo del trabajo, y rebajarse a ser visto como una simple máquina de producción donde los que salen ganando son solo los jefes.

La tentación del trabajador, puede llegar hasta el extremo de manifestar su inconformidad, con violencia y llegar a lastimar a los demás, corre el riesgo de convertir su actividad laboral en un acto de injusticia que provoca más injusticia y se vuelve una cadena interminable de violencia, que sólo puede provocar destrucción.

A los trabajadores, Dios les invita como a todos los demás a aprender a vivir con lo que es realmente necesario. Buscar el alimento del cuerpo que es vital e indispensable, pero también el alimento del espíritu que nos conduce a disfrutar mejor de lo que la vida y el mismo Dios nos ofrecen todos los días.


jueves, 20 de marzo de 2014

EL DIOS DE LA VIDA... SE ENCUENTRA TODOS LOS DÍAS.


Cada día es una nueva oportunidad de vivir, somos seres en constante cambio; “nunca nos bañamos dos veces en el mismo río”, expresaría la filosofía hindú.
Dentro de esta “novedad diaria” de la vida que abarca todos los aspectos de la misma tanto de manera personal como comunitaria, la experiencia espiritual o de lo divino también se ve afectada.

La forma de relacionarse con lo divino nunca es igual y nos basta con ver que muchas veces depende de nuestro estado de ánimo, del ambiente social y cultural y de otros factores que muchas veces determinan nuestro encuentro y contacto con Dios, a pesar de ello, al tratarse de un encuentro relacional, la otra parte, en este caso Dios mismo, nos sale al encuentro todos los días más allá de las circunstancias personales.

¿Somos conscientes tanto de esta novedad diaria de la vida, como que Dios se comunica a diario?

La mayoría del tiempo estamos sumergidos en actividades que se realizan de manera mecánica o monótona, se repiten constantemente y parecen no acabar, llega el hastío y todo parece perder sentido; en la vida espiritual pasa lo mismo, a eso le llamamos ritualismo, pues muchas veces la comunicación con Dios se basa en rezar, ir a Misa, o cumplir con lo que un creyente debe hacer sin que se dé una verdadera experiencia con Dios se debería manifestarse precisamente en nuestras actitudes.


Pero, ¿qué es lo que realmente hace que la vida se disfrute en todos sus ámbitos?

Afirmo rotundamente entre varios elementos, que  la puerta que se abre para ver tan novedosa la vida es la toma de conciencia de la propia existencia y realidad.
Cuando se asume y se integra la propia existencia con los elementos que la conforman, cada experiencia se torna significativa y la vida comienza a tener sentido, es todo un proceso donde se conjugan el aprendizaje, la transformación y la comunicación de todo nuestro ser.

Ahora ¿Qué pasaría si tomáramos consciencia del paso diario de Dios en nuestra vida?, o mejor expresado ¿cómo ser consciente que Dios habla todos los días?
La Sagrada Escritura nos dice “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre entraré y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20), y en otro pasaje “No te hablé a escondidas ni dije buscarme en el vacío” (Is 45, 19).

Dios se hace presente de diversas y múltiples maneras, tan sencillas como el despertar y dormir de cada día, la vida en su mínima expresión, o el contemplar un amanecer y un anochecer pues también la creación es manifestación de Dios; si vamos más allá Dios se hace presente y habla en lo cotidiano de la vida y en cualquier ámbito como lo familiar, laboral, estudiantil, recreativo, espiritual, etc., Él utiliza cualquier mediación para comunicarse, incluyendo a los demás, y es quizá este último punto donde más nos cuesta encontrarnos con Dios, precisamente porque no tomamos conciencia de nuestra realidad.

Dios es creativo para salirnos al encuentro en el camino de nuestra existencia, tal parece que todo se convierte en mediación para manifestarse, incluso las situaciones que consideramos dolorosas o contradictorias que por lo general no alcanzamos a comprender en el momento.
Dios es siempre el mismo, pero nuestras circunstancias nunca lo son. Hay que tener en cuenta que si Él nos sale al encuentro en lo cotidiano y simple de la vida, la forma en que lo experimentemos dependerá mucho de cómo nos encontramos física, mental, emocional o espiritualmente, pero si hay disponibilidad nada será un impedimento para descubrirle a Él.

Alguna vez tocó a la puerta del convento una joven mujer, lo único que pedía era que la escuchara; dudé en hacerlo debido a las actividades que tenía por realizar pero igual decidí hacerlo pensando en las veces que he querido que alguien escuche lo que vivo.
Contó su situación, por cierto muy difícil de no tener trabajo y por ende dinero, el tener que mantener a su familia y otras necesidades, aun así nunca me pidió dinero ni comida, antes de terminar sólo sacó de su pequeña mochila dos coliflores y me las obsequió.
Me negué a aceptarlas, era lo único que ella tenía en ese momento para vivir, así que le traje alimento y un poco de apoyo económico de mi bolsillo.

Debo decir que mi recompensa fue verla tan agradecida y mirar en su rostro la alegría de ser escuchada y atendida, me bendijo y le bendije y al cerrar la puerta después de despedirle el único pensamiento que inundó mi mente fue: “Hoy el Señor me vino a visitar y pude escucharle”.

Puede parecer demasiado pretenciosa mi experiencia, sin embargo, está ocasión fue providente para darme cuenta que en esa mujer había algo para mí de parte de Dios, ella me quería dar todo lo que tenía y ya no la volvería a ver, me motivó a salir de mí y hacer lo mismo, dar de lo que tenía en ese momento y experimenté felicidad.
No tenía nada que recibir aparentemente y recibí el ciento por uno como dice el evangelio; hice con otro lo que me ha ayudado que han hecho conmigo y aquí se abre una nueva puerta en la forma de percibir el paso de Dios en mi propia vida.

(El pasaje de los Discípulos de Emaús es un ejemplo de cómo Dios sale al encuentro y cómo el hombre  toma conciencia del mismo cf. Lc 24, 13-35)

San Columbano, abad, tiene una hermosa reflexión sobre la cercanía de Dios: “Dios está en todas partes, es inmenso y está cerca de todos, según lo atestigua de sí mismo: “Yo soy un Dios cercano y no lejano”. El Dios que buscamos no está lejos de nosotros, ya que está dentro de nosotros si somos dignos de su presencia”.

Dios mora en nosotros de manera misteriosa y sencilla pero ha querido hacerlo así desde su infinito amor por nosotros. Con todo, el vivir y experimentar esta cercanía de Dios por la vida en todos sus niveles (el cosmos, los demás, nosotros mismos), exige dos cosas fundamentales: primera, tomar conciencia de la propia vida, darse cuenta de sí mismo y segundo, vivir en actitud de fe, una fe que procede de un corazón sencillo que nos lleva a creer en el evangelio y apostar por él en cada situación y experiencia de  vida, así se hace presente su Reino en la Tierra.

No por nada el Señor da gracias y asegura que son los pequeños y humildes de corazón a quién Dios les revela los misterios del Reino (cf. Mt 13, 25), porque son éstos los que están más disponibles al paso de Dios, a experimentarle y vivirle.

Si ponemos en práctica estas dos actividades sabiendo que la primera depende de cada uno y la segunda es un regalo de Dios, estaremos disponibles y receptivos al encuentro con Dios que en definitiva nos lleva al encuentro consigo mismo, y al encuentro con los demás.

Nunca hay que olvidar la promesa del Señor a todos sus discípulos: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt 28, 20). 

jueves, 20 de febrero de 2014

NUNCA DES POR SUPUESTO QUE AMAS... TAMBIÉN A AMAR SE APRENDE.


He comenzado a comprender (como proceso gradual) que tengo algunas ideas erróneas sobre el amor y que es necesario corregirlas, he visto también mis limitantes para amar, para salir de mí, me he topado con mis sombras, con mis propias necesidades, deseos, anhelos, etc., todo esto me ha llevado a querer comprometerme mucho más con el arte de amar, pero ahora tratando de integrar todo aquello que es necesario para el proceso y transformar lo que no me ha ayudado en dicho proceso.

Saberme invitado para amar y que esta invitación me venga de parte de Dios abrió la puerta a no dar supuestos ni creerme que todo es tan natural como parece en cuanto que como invitación indica que es un proceso y que no todo está dado, lo vamos aprendiendo y vamos adquiriendo las herramientas necesarias para poder hacerlo.

Había chocado mucho con el mandamiento del amor incondicional a Dios, a los demás y a mí mismo por la incapacidad que muchas veces vivo para hacerlo “sobre todas las cosas”, sin embargo, ahora comprendo que dicho mandamiento no se puede vivir si antes no he sido consciente del amor de Dios en mi vida. Nadie da lo que no tiene, y yo no puedo amar a Dios si no me siento amado antes por Él, así de simple.
Con todo, el amor de Dios no se manifiesta de manera aislada, siempre su amor es mediático, es decir, que son los demás en quien Dios se manifiesta para decirnos que nos ama, han sido mis padres, hermanos, familia, mis amigos, hermanos de congregación, conocidos, etc., los que me han enseñado a amar, de ellos aprendí lo que significa amar, aunque poco a poco he tomado conciencia que la vida misma es un regalo de Dios, la naturaleza, experiencias concretas, y ahí también he descubierto cómo Dios me ama; no ha sido fácil y es un constante aprendizaje, nunca se termina de aprender a amar ni a descubrir cómo Dios nos ama.

He pensado también en que todas estas personas de las que he aprendido a amar sólo me han enseñado un pedacito de lo grandioso que es amar, somos seres limitados, ninguno creo yo ha tenido todo el amor que necesitaba desde pequeño, desde niño, pero que llega un momento en que debemos hacernos responsables de nuestro propio proceso de aprender a amar y por ende de enseñar a otros a hacerlo. Descubro en mí una enorme capacidad para amar, aunque también existe una gran necesidad de ser amado por los demás y es aquí donde entro en acción, pues es ahora mi responsabilidad el cultivar el amor, el querer aprender, el darme a los demás y recibir de ellos, el dejarme tocar por Dios y su amor que me salen al encuentro todos los días y a todas horas, de ser consciente de ello;  es mi deber, responsabilidad y derecho.

Madre Teresa de Calcuta decía que hay que “Amar hasta que duela”, no lo comprendía hasta que intenté salir de mi zona de confort en la que esperaba siempre que los demás me amaran y comencé a abrirme a amar al otro aceptándolo como es, aunque debo decir que eso es precisamente lo que duele. Salir de ti y aceptar al otro como es.
Amar se ha convertido en la gran aventura de mi vida con sus grandezas y sus caídas muchas veces demasiado dolorosas como para continuar, pero es la fuerza que me mueve e invita a continuar este camino. Sufrir nunca fue por amor, mejor dicho, amar nunca fue por sufrir, pues el amor no sufre por sufrir, es el ego de mi persona el que sufre cuando se cierra al amor de Dios, de los demás y el propio. Mas que sufrir, el amor es pasión y vida, una entrega completa de sí mismo que hace que duela pero no que sufras.

Si mi proceso de convertirme en persona (personalización) es una maduración, ésta está completamente vinculada a aprender a amar, pues quien ama transforma su realidad y crece desde lo intelectual y emocional hasta lo social y trascendente. Todo lleva a un camino de autoaceptación y autoconocimiento, donde sí, yo soy el protagonista, pero intervienen los demás y Dios mismo. No puedo conocerme si no es por los demás aunque la decisión final sobre mí mismo la tenga sólo yo.

Comienzo a comprender que olvidarse de sí mismo (el niéguese a sí mismo evangélico), no se trata de dejarnos de lado en cuanto despreciarnos, sino en que nos vamos encontrando precisamente en la medida que salimos de nosotros mismos al encuentro del Otro y de los otros, es la misma esencia divina la que nos enseña esto pues Dios sale siempre al encuentro del otro y se posee a sí mismo y por ello nos invita a participar de la maravillosa aventura de la vida y del amor.

Juan Pablo II tiene una frase muy bella sobre la escuela del amor, la escuela de Dios, donde podemos encontrar la vital importancia de cultivar y aprender de cualquier vivencia del amor aunque este parezca imposible de vivir o contradictorio con lo que la sociedad nos presenta.
El amor me lo ha explicado todo, el amor me lo ha resuelto todo, por eso admiro el amor, donde quiera que se encuentre, si el amor es tan grande como sencillo, entonces puedo entender porque Dios quiere ser recibido por gente sencilla.

¿Tengo miedo de amar? Sí, tengo miedo, quizá siempre lo tenga, pero ahora reconozco que este miedo no determina mi respuesta para seguir intentando amar cada día con mayor libertad y entrega. Nunca podremos descubrir que nuestra entrega haya valido la pena, generalmente cuando se ama con intensidad terminamos por sentirnos “fracasados”, los frutos se ven después y no en el momento, nunca quedará infecundo todo el amor que profesemos, siempre habrá una esperanza de vida y de luz, por ello es importante irradiar e inspirar todo el amor que seamos posibles de transmitir.

Dios es amor y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (1Jn 4, 7). Amar es igual a ser y conocer, es una forma de vida no una herramienta más de la misma. Es en él donde somos y nos conocemos, donde nos relacionamos y trascendemos.
Nunca des por supuesto que amas, siempre tendrás una nueva oportunidad de ponerlo en práctica de maneras que nunca imaginaste porque el amor nunca pasa y es tan creativo en sus formas que lo abarca todo, incluso en aquellas realidades donde todo parece oscuro se esconde un rayo de la luz del amor. El reto consiste en siempre estar disponible a encontrar el amor en todo lugar con los ojos de Dios.
Estoy siendo amor porque el amor nunca pasará y nadie podrá arrebatármelo ni separarme de Él. 

(Reflexión sobre la lectura del Libro: ¿Porqué tengo miedo de amar? de John Powell, S.J.) 

domingo, 16 de febrero de 2014

Elementos para entender el paso de Dios desde América Latina.



Trabajo académico (programa piloto de reflexión personal) sobre Teología Espiritual donde se aborda de manera muy simple el tema sobre cómo entender que Dios se sigue manifestando en la historia y contexto de América Latina, en el cual se resaltan tres dimensiones desde las cuales el hombre y la mujer latinos pueden descubrir a Dios: el forjar identidad, hacer comunidad (fraternidad) y el ser conscientes de quiénes somos. 

martes, 14 de enero de 2014

¡CUANDO TU CORAZÓN ME MIRÓ!


ENCONTRARTE FUE UN REGALO, EL MÁS PRECIADO SIN PONERLE VALOR NI COMPARACIÓN, SOLO SÉ QUE ASÍ FUE Y ASÍ ES. TE ENCONTRÉ EN MI VIDA.
MI CORAZÓN AÚN PALPITA RÁPIDAMENTE CUANDO TE VE, CUANDO TE PIENSA, CUANDO TE SIENTE.


SIN QUE YO TE CONOCIERA POR DENTRO Y POR FUERA, ESCUCHAR MI NOMBRE SALIR DE TU BOCA, HIZO VIBRAR TODO MI SER. TU MANO SOBRE MÍ, MI MANO SOBRE LA TUYA, CONTACTO ESPONTÁNEO DE CALOR Y AMOR; DE EXPRESARTE QUE QUIERO ESTAR A TU LADO, CONTIGO; CADA DÍA CONOCERTE, CADA DÍA APRENDER Y ENSEÑAR, CADA DÍA AMARTE COMO SOY Y COMO ERES.


Y AQUÍ ESTAS, HOY TE TENGO DELANTE DE MÍ, A MI LADO TAMBIÉN, DELANTE CON UN CAMINO RECORRIDO, PERO AQUÍ CONMIGO EN MI CORAZÓN, TU SER Y TU NOMBRE VIVEN EN ÉL, GRABADO EN LOS PLIEGUES DEL MISMO; AQUÍ QUIERO QUE ESTÉS PARA SIEMPRE, AQUÍ LO DESEO Y LO DECIDO, EN PASADO Y FUTURO, PERO SOBRE TODO EN ESTE MI HOY, MI ETERNO PRESENTE.

MAS ALLÁ DE LA COSTUMBRE, ES EL AMOR, EL AMARTE, PUES NO PUEDO DEJAR DE HACERLO Y DECIDO NO HACERLO, PUES TE AMO EN MI HOY, ESE QUE NUNCA PASARÁ; ESE QUE NO ES SÓLO SENTIMIENTO O IDEA, SINO UN ESTILO DE VIDA, MI YO, TODA MI PERSONA.

SOMBRAS Y LUCES HAY POR DOQUIER; QUÉ SERIA DE LA VIDA SI ESTUVIERA TODO DADO; PERO EN MEDIO DE LA OSCURIDAD O DE LA LUZ AQUÍ ESTOY SIENDO, AQUÍ DECIDO AMAR, DECIDÍ VIVIR, DECIDO SER.
PERDONO Y PIDO PERDÓN, HE HERIDO UN CORAZÓN Y HE DEJADO QUE HIERAN EL MÍO, PERO SIGUE INSISTIENDO Y LATE CADA DÍA CON MÁS FUERZA Y ANHELO, LATIRÁ PARA SIEMPRE. ES LIBRE PARA AMAR, PARA VIVIR, Y ESTAR DONDE QUIERE ESTAR.

QUE EXPERIENCIA LA DE ESTE CORAZÓN, CADA INSTANTE HA SIDO NECESARIO; ENTREGO ESTE TESORO, ASÍ TAL CUAL ES; AL ENTREGARLO LO POSEO MÁS QUE AYER Y PUEDO CONFIARLO A TI PORQUE SÉ QUE LO CUIDARÁS, NO POR COMPROMISO SINO DESDE TU SER, ASÍ COMO ERES, DE CORAZÓN ESPECIAL.

LA VIDA NOS ENCONTRÓ UN DÍA, SIN IMAGINARNOS HASTA DONDE LLEGARÍAMOS, CADA DÍA NOS VUELVE A ENCONTRAR CORAZÓN CON CORAZÓN, SER CON SER, VIDA CON VIDA, SEA DONDE SEA EL ENCUENTRO.

UN DÍA ENCONTRARTE FUE UN REGALO, HOY LA VIDA SE HA ENCARGADO DE RECORDARLO; QUE CADA CORAZÓN TIENE SU HISTORIA, PERO MI HISTORIA NO SERÍA LA MISMA SIN TU CORAZÓN.

POR: LUIS JAVIER ROMÁN MOYA ( ZAPOPAN, JALISCO. 9 DE OCTUBRE DE 2013, 11.45PM)