Para hablar de Dios hay que tener una
experiencia de Dios, no podemos decir nada sobre él si no le conocemos, de ahí
que muchas veces las teorías, doctrinas y discursos de muchos que hablan sobre
Dios suenen huecas y carentes de sentido vital.
Precisamente la Teología contiene estos dos
aspectos cuando se habla de Dios, por un lado posee toda una doctrina y
reflexión sobre Dios pero esta ha sido elaborada a partir de la experiencia
misma de la Iglesia y de sus miembros. Hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto (Jn 3, 11).
Vamos más
allá; para hablar de Dios hay que hablar primero del hombre pues él es el
sujeto que vive la experiencia de Dios y a su vez la vive de sí mismo, por
tanto, en Dios el hombre se encuentra a sí mismo y en sí mismo el hombre
encuentra a Dios.
Ante esta
afirmación corresponde vislumbrar al ser humano como creatura de Dios, es una maravilla, él es fruto de una largo proceso de evolución de la
vida, y esa vida como nos dice san Juan en su evangelio es el mismo Cristo (Cf. Jn 14, 6)
En cada ser
personal la vida se sigue creando, no es estática, sino dinámica y se recrea
todos los días, pues la vida misma lleva este proceso en cualquiera de sus
formas no solo en el ser humano, toda la creación, el cosmos, evoluciona, se
recrea todos los días.
Así como el
cosmos entero tiene esta dinámica, en el hombre se verifica en su expresión de
vida a lo largo de los años, pero también en sus capacidades, como la
reflexión, la afectividad, la ética, etc.
Toda capacidad personal, así como cada experiencia ha provocado en nosotros el aprendizaje
vital para saber responder a la vida misma y sus desafíos; ha provocado en
nosotros una transformación y comprensión gradual de nosotros mismos y de la
naturaleza.
En la medida
que somos conscientes de nosotros mismos nos vamos recreando a sí mismos, es
este un proceso fascinante que también lo vive todo el cosmos: todos poseemos y
somos habitados por una fuerza vital que nos permite transformar nuestra
realidad y a su vez aportar de nuevo a todo el conjunto.
Por otro lado
es necesario recordar que el ser humano es un ser profundamente simbólico y
necesitado de sentido, por ello forma imágenes, construcciones e
interpretaciones para comprender todo lo que él es y lo que le rodea. Para Ivone
Gebara, teóloga y feminista, ésta es la maravilla humana que nos coloca en el
conjunto del Universo del que formamos parte.
A partir de
estas líneas se puede comprender un poco más que toda esa maravilla que habita
en nosotros y nos posibilita para comprendernos y encontrarnos a nosotros
mismos por un lado, pero para ir al encuentro de todo el universo por el otro, es
parte esencial de esa experiencia de Dios, nos acercamos al misterio de Dios
cuando tocamos nuestro propio misterio y maravilla, pasamos de relacionarnos
con algo a tener una relación con “alguien”.
Dios vive
dentro de cada uno de nosotros y al encontrarnos con nosotros mismos en lo más
profundo de nuestro ser también lo encontramos a Él.