En el Acompañamiento Espiritual existe una herramienta de vital importancia, el Discernimiento Espiritual, de hecho, un verdadero acompañamiento espiritual no puede llevarse a cabo sin la vivencia de un discernimiento espiritual, pero ¿qué es discernir? La palabra “discernir” viene del latín y significa distinguir una cosa de otra, es decir, encontrar la diferencia que existe entre dos cosas. El discernimiento sin más será entonces examinar con cuidado una realidad, poner en claro una situación que toca nuestra vida. Ahora, si a esto le agregamos la parte espiritual, entonces nos encontramos que “el discernimiento espiritual es la búsqueda, clarificación y ejecución del plan de Dios en nuestra vida”; sí, Dios tiene un proyecto de salvación para ti, para mí, para cada uno de nosotros, y ha querido que participemos directamente en él, por ello, hay que discernir nuestra vida a la luz de Dios y su acción.
El jesuita Juan Segarra, fiel a la tradición de san Ignacio de Loyola, a quien le debemos mucho en materia de discernimiento espiritual, explica en breves y sencillas preguntas y respuestas los tiempos y espacios del discernimiento espiritual. ¿Quién es el que discierne? Un creyente, pues busca en cualquier situación de su vida a la luz de Dios hacer su voluntad. ¿Qué se discierne? La propia vida, cada experiencia y situación de la misma. ¿Cuándo se discierne? Siempre, pero merecen especial atención, las situaciones ambiguas, oscuras, importantes y perplejas de la vida. ¿Cómo se discierne? Solo se puede hacerlo en libertad interior. Se discierne con la cabeza, con el corazón, con la vida, en silencio, sin prisa ni apuro, en oración, tomando consciencia, a través de mediaciones humanas (emociones, sentimientos, ideas, discursos) y espirituales (consolaciones, desolaciones); se discierne de manera personal porque es nuestra vida el objeto de ese discernimiento, pero también de manera comunitaria, pues no podemos hacerlo solos, necesitamos la ayuda de los demás. ¿Para qué se discierne? Para darle la centralidad a Dios en nuestra vida y darle un sentido a la misma.
El Discernimiento nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos, a encontrar a Dios en nuestra vida y a encontrar su voluntad en nosotros, esa que no es imposición, sino amor por vernos a así como nos creó. San Pablo recuerda en una de sus cartas “En todas las cosas, interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom 8, 28); Dios no es ajeno a nuestra vida, Él nos acompaña siempre, está presente en cada acontecimiento que vivimos y quiere que seamos conscientes de ello; nos ofrece además lo necesario para descubrirlo, conocerle y amarle, pero también para sentirnos amados por Él, para conocernos a nosotros mismos y quedar llenos de su vida, que es Él mismo y que se haya escondida en nosotros y hay que descubrirla día a día.
En el artículo anterior de esta pequeña sección hablábamos de la vida en el Espíritu, pues el discernimiento nos ayuda a clarificar la presencia del Espíritu Santo, que recibimos en nuestro bautismo y fue renovado en la Confirmación, y sus invitaciones dentro de la búsqueda de la voluntad de Dios. El mínimo necesario para un iniciar un proceso de discernimiento espiritual es tener una cierta madurez humana, una capacidad de mirarse a sí mismo, es decir, tener un conocimiento personal sólido, desde lo físico hasta lo psicológico, pues si lo que se discierne es la propia vida a la luz de Dios, qué vamos a discernir si no tenemos claro cómo estamos en estas áreas tan importantes de nuestra vida, mucho menos podremos clarificar las mociones de Dios sin un conocimiento propio. También es importante tener una asimilada experiencia básica de fe, pues como creyentes vamos a distinguir lo que Dios quiere de nosotros con su luz y presencia, así sabremos reconocer los parámetros que nos señalen cuando seguimos o no, los caminos de Dios.
Todos nosotros decidimos a cada instante de nuestra vida. Hay situaciones donde es muy claro tomar postura y actuar, pero existen otras donde no podemos apresurarnos a decidir cómo enfrentarlas, debemos detenernos a examinar detalladamente la situación para saber cómo hacerlo. Todas las situaciones que vivimos son objeto de discernimiento, hay unas menos complicadas que otras, pero todas merecen nuestra atención para confrontarlas a la luz del proyecto de Dios en nuestra vida.
Como el discernimiento espiritual lo puede y debe practicar el creyente, comparto algunas cuestiones prácticas que nos pueden ayudar a iniciar con nuestro propio discernimiento teniendo en cuenta que también es necesaria la ayuda de un acompañante o director espiritual que nos guíe en dicho camino.
Ante las situaciones que vives a diario, o de las que interiormente descubres a primera vista que es necesario pensarlas mejor antes de decidir, o ante alguna situación que genera en ti sentimientos ambiguos o conflictivos conviene comenzar con lo siguiente.
1.- Hazte consciente de lo que sientes: identifica que sentimientos y emociones provoca en ti tal o cual situación a discernir. Si te sirve, todo esto lo puedes escribir en una libreta para que lo tengas más a tu alcance y no lo olvides rápidamente. También debes ponerle atención a tu cuerpo. Qué reacciones físicas te provoca esta situación, y por último que ideas y pensamientos me surgen de acuerdo a ella.
2.- Una vez que eres más consciente de lo que vives frente a esta situación, es tiempo de buscar por un lado qué la provocó y por otro qué solución le quiero dar. En el primer caso hay que ver la situación de manera integral, ¿qué pasó? ¿Cómo lo viví? ¿Quienes actuaron en ello?, etc. Y por el otro, ¿qué quiero hacer con esta vivencia?, o ¿cómo decido hacerle frente? ¿Qué aprendo de esto? ¿Qué puedo cambiar? ¿Qué postura tomo frente a ello?
3.- Para tomar una decisión es necesario tener al menos dos opciones o alternativas, éstas hay que pesarlas como en una balanza, con sus pros y sus contras. Esto te ayudará a distinguir que acción es más viable para ti, además utiliza tu intuición para ello, cuando una persona es sincera y muy consciente de sí misma, sabe lo que quiere y lo hace.
4.- Cuando hablamos de hacer un discernimiento de tipo espiritual, este implica más elementos. En este punto no agota en nada todo lo que un discernimiento de tipo espiritual exige, es solo una herramienta primera. La decisión que has elegidos hay que verla a la par de lo que nos dice el evangelio, así como una comparación entre ambas, donde si tu elección concuerda con la praxis de Jesús entonces vas por buen camino, pero debes tener en cuenta las consecuencias de cada elección, eso es ser responsable y libre a la vez.
Inicia este camino practicando estos sencillos y breves pasos en lo cotidiano de tu vida, pues es desde ahí donde encontrarás poco a poco la luz interior propia y la que Dios ha puesto en ti, recuerda lo que Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).