Estos pequeños artículos quieren ser un apoyo para todas aquellas personas que sienten o tienen la
necesidad de ser guiadas, pero sobre todo acompañadas, desde el ámbito
espiritual, sin por ello dejar de lado todas las dimensiones que poseemos como
personas. Para ello es necesario que conozcamos primero qué es la
espiritualidad para después comprender que implica el acompañamiento
espiritual.
La “Espiritualidad” es una forma o estilo de
vida. En nuestro caso, es la forma concreta de vivir nuestro ser cristiano, es
la vida misma. Espiritualidad, viene de la palabra espíritu, la cual tiene un
triple significado, pero que nos ayudará a comprenderlo mejor en nuestro ser.
Significa desde la pneumatología (estudio del Espíritu Santo) el mismo Espíritu de Dios y su ser divino y
transformante, la tercera persona de la Trinidad; desde la teología (estudio sobre Dios), es la
vivencia que tiene el cristiano de ser animado y guiado por el Espíritu en su
propio espíritu; y desde la antropología (estudio sobre el Hombre) las facultades humanas interiores y
superiores.
Las tres
tienen que ver con un todo, pero la segunda es la que nos acompañará en este
camino, es decir, la referencia explícita de la acción del Espíritu Santo en
nuestra vida, nuestro ser. Si la espiritualidad es un estilo de vida, podemos
ahora comprender entonces que se trata de la vida en el Espíritu Santo, mi
vida, tú vida, la vida de cualquier cristiano a la luz y acción del Espíritu de
Dios.
Si estamos
contemplando nuestra vida a la luz del Espíritu y su acción, entonces no es
válido fragmentar las áreas de nuestra persona; la acción del Espíritu toca
toda nuestra vida y persona. Nuestro físico, nuestra psicología, nuestro
carácter, nuestros comportamientos, acciones, ideas, deseos y aspiraciones
tienen que ver con el Espíritu, la diferencia estará en ser conscientes de su
acción en nosotros mismos.
La
espiritualidad tiene un doble movimiento complementario, es un por lado la
acción del Espíritu en nuestra vida, y por el otro, el desarrollo de todas las
capacidades humanas en nuestra persona, ser lo que estoy llamado a ser, en
otras palabras: la iniciativa de Dios que se acerca al hombre para comunicarle
su vida y la respuesta del hombre ante el proyecto de Dios, que después se
concretizará en acciones específicas, por
ello, santos como Francisco de Asís han desarrollado una espiritualidad
concreta en la que se vislumbran estos dos movimientos: la acción que el
Espíritu Santo tuvo en la vida del pobrecillo y cómo él desarrollo y
potencializó las áreas de su ser.
Todo esto nos
abre la puerta para afirmar que cada persona tiene una espiritualidad concreta
y única, pues el Espíritu Santo actúa en cada persona de acuerdo a sus
capacidades y necesidades y cada persona las vive y desarrolla según su ser,
pero ambas están dirigidas a una única cosa: vivir la vida divina, la vida de
Dios.
Se introduce
así en nuestro contexto el término vida espiritual, aunque tengamos que
expresar que se quiere decir con ello. De entre todos los seres de la creación,
el hombre posee unas características propias y más desarrolladas, comenzando
por el físico y su estructura, posee además una capacidad sensorial que abarca
esferas amplísimas, incluso extrasensoriales y parapsicológicas. Tiene una
emotividad-afectividad, que son sus sentimientos, emociones, deseos, afectos,
tendencias que forman parte de su expresión personal. Todo esto le permite
establecer relaciones a otro nivel más profundo que los animales.
La dimensión
mental, la valoración y la apertura a lo trascendente son capacidades únicas y
superiores de la vida humana. La primera nos ofrece la capacidad de aprender,
recordar, analizar, pensar, abstraer, formar conceptos e ideas, formular
juicios, sintetizar, elegir, rechazar, tomar decisiones, etc., se sintetiza en
las potencias del hombre: memoria, inteligencia y voluntad.
La parte
axiológica da al hombre el poder usar su libertad para valorar y decidir desde
la moral. Es la capacidad de asumir y ser responsable de las acciones que hace,
capaz de ser y aspirar a la justicia, lealtad, respeto, solidaridad, servicial,
honestidad, felicidad, etc.
En la
apertura trascendente las otras dos encuentran una nueva dimensión, una vez que
nos descubrimos a nosotros mismos y descubrimos a los demás, hay una ansía de
traspasar lo finito, ir más allá de la propia existencia. Los deseos de
trascender solo se viven a partir de experiencias y contactos con lo que
llamaríamos el Ser Absoluto. Desde el cristianismo este Ser es Dios, el Dios de
Jesucristo que trae una vida nueva.
Hemos dado
con un elemento clave: experiencia. La vida solo se vive a partir de la
experiencia, si no queda hueca, vacía y sin sentido. La experiencia, según Fr.
Rafael Checa, es un conocimiento consciente de las situaciones, circunstancias,
lugares, de las personas y su misterio. Compromete a toda la persona y sus
dimensiones, produce nuevos efectos dejando una serie de transformaciones en la
conciencia humana.
El punto de
partida de la experiencia espiritual o vida espiritual cristiana es la
experiencia humana. Con nuestras dimensiones humanas podemos acercarnos y
experimentar la vida de la que Dios quiere hacernos partícipes. Nuestra
dimensión espiritual es consecuencia del contacto entre nuestra experiencia
humana y el misterio de Dios que se acerca y quiere relacionarse con el
hombre. La relación con el Dios que nos
revela Jesucristo es la experiencia espiritual cristiana.
Luis Jorge
González tiene una definición bellísima de la experiencia espiritual cristiana:
“Es la conciencia de la relación entre el
Dios vivo que irrumpe, santo y amoroso y el hombre que tras de buscarlo, lo
encuentra a través de mediaciones que le pueden ser fruitivas y gratificantes o
desoladoras y dolorosas”. Todos tenemos la capacidad de vivir la
experiencia espiritual cristiana, pues ésta no está lejana a nuestra propia
vida, quien vive cristianamente, comienza a vivir la vida de Dios desde su
propia vida.
El
acompañamiento espiritual viene a reforzar y ayudar en el desarrollo y
crecimiento espiritual de cualquier cristiano, su tarea es ayudar, dar apoyo,
acompañar procesos y sobre todo descubrir las mociones del Espíritu en la vida
del que se deja acompañar.
Antes de
buscar un acompañamiento espiritual es necesario descubrir en nosotros mismos
necesidades y tener un panorama general de nuestros procesos y caminos, estas
preguntas te pueden ayudar a tener un panorama amplio de tu realidad presente.
¿Cómo vives
tu ser cristiano? ¿Qué tan consciente eres de la acción del Espíritu Santo en
tu vida? ¿Qué aspectos de tu propia vida vislumbran tu propia espiritualidad?
¿Cómo estás en tu dimensión física, psicológica, emocional, en tus valores,
etc.? ¿Vives de manera integral tu área espiritual con las otras dimensiones de
tu persona o la vives de manera exclusiva y en ciertos momentos? ¿Cómo es tu
relación con Dios?
Bibliografía: Maccise Camilo, El camino cristiano en la historia, CEVHAC, México
1989. / Ruíz Salvador Federico, Caminos del Espíritu, Editorial de Espiritualidad,
Madrid 1998. / Checa Rafael, La Pastoral de la Espiritualidad Cristiana,
Progreso, México 1992.