lunes, 9 de marzo de 2015

Actitudes y disposiciones para un buen Discernimiento Espiritual

Para hacer un buen discernimiento espiritual es necesario tener en cuenta una serie de elementos básicos e indispensables, pues no solo basta con ser conscientes de nuestra realidad. En el artículo anterior, cuatro pequeños pasos fueron la preparación para poder iniciar formalmente un proceso de discernimiento, pero se trata del mínimo, ahora presentaremos lo que se exige para un buen proceso de búsqueda de la voluntad de Dios en la propia vida.
El discernimiento es una forma de mirar la vida, la propia historia personal con sus aciertos y errores; es darle sentido a cada experiencia y vislumbrar cómo Dios se ha revelado y sigue haciéndose presente en ellos. El discernimiento debe ser un proceso de crecimiento continuo, se trata de una búsqueda sincera y por supuesto requiere de paciencia y esfuerzo, dedicación y estudio, pero merece especial atención que se necesita aprender a ver, escuchar, verse y escucharse.

En la tradición judeo-cristiana el corazón es el órgano con el cual se tomaban las decisiones y no la cabeza y aunque en nuestra cultura occidental se ha dado paso a enaltecer la razón (cabeza) ha sido necesario voltear a ver y escuchar el corazón, no como el centro de los sentimientos y emociones, sino como el espacio donde el entendimiento y la voluntad se ejercen, por ello es necesario una búsqueda interior y es en el mismo corazón donde se encuentra la línea que divide lo bueno de lo malo, ahí se descubren las propias motivaciones, los intereses personales, lo oscuro y lo luminoso de nosotros mismos, es más, ahí están las respuestas de nuestra existencia, pero hay que descubrirlas y liberarlas de lo que las oculta o no permite verlas con claridad.

El discernimiento es también un camino de liberación, sí, pues hay muchas esclavitudes que nos impiden caminar, como una idea errónea sobre nosotros mismos o una mala experiencia que ha quedado arraigada en mi actuar. El discernimiento ofrece herramientas que nos liberan, que nos hacen más auténticos, conscientes, pero exige el dejarse ayudar para lograrlo.
Recordando un poco otros elementos del discernimiento podemos ahora presentar algunas disposiciones necesarias para un buen discernimiento. En tu proceso personal puedes clarificar si estás disposiciones están presentes o es necesario comenzar a practicarlas.

a)      Recta intención. ¿Qué quieres elegir? La recta intención consiste en elegir lo mejor o lo más adecuado para la propia vida según nuestra opción de vida. No se trata de elegir entre una cosa buena o mala, porque la segunda de entrada no debería elegirse, sino que se trata de elegir entre dos opciones que son buenas en sí, pero vamos a discernir cuál es la mejor de las dos. Para lograr una recta intención se necesita tomar conciencia de nuestras motivaciones a la hora de actuar y a ello ayuda el conocimiento propio para estar firme en lo que se quiere elegir. Personas tibias que van de aquí para allá decidiendo entre una cosa y otra a cada momento no llegarán lejos.

b)      Silencio interior. ¿Qué quiero escuchar? Nunca se escucha a alguien cuando hay mucho ruido. Si queremos escuchar a Dios y escucharnos a nosotros mismos es necesario guardar silencio, y éste debe ser exterior e interior. Para discernir hay que hacer un alto en el camino. La soledad y la quietud son aliadas del silencio, de hecho, solo cuando estamos a solas y en silencio descubrimos lo que queremos en realidad o analizamos lo que hemos vivido con mayor luz. El silencio exterior se logra cuando nos apartamos a un lugar quieto y en calma como el bosque o fuera de la ciudad, pero en nuestro interior también hay mucho ruido y es necesario aquietarlo. Las preocupaciones y problemas de la vida son los que lo provocan, hay que despejarnos del mismo, una primera ayuda ya nos la da el estar físicamente en un lugar tranquilo, pero también es necesario para lograrlo la concentración, la calma, la paciencia, la reflexión. Reconocer que hay ruido dentro de nosotros es el primer paso para acallarlo, solo cuando le ponemos atención a todas esas palabras que hay dentro de nosotros y les ponemos atención entramos en la dinámica de la escucha y ésta posibilita oír la voz de Dios que paradójicamente habla en el silencio y no como estamos acostumbrados a escuchar a los demás.
El silencio es una actitud indispensable en el discernimiento y generalmente es lo que más nos cuesta cultivar. Estamos acostumbrados al ruido y a la actividad, pero en la vida es vital guardar silencio y estar en calma, es una necesidad y no un privilegio, así que si tu vida es demasiado activa que no te des tiempo para el silencio y la calma ¡cuidado!

c)       Tiempo oportuno. ¿cuándo discierno? Se trata de dedicar con calma y responsabilidad un espacio para su ejercicio y no actuar de manera impulsiva. Muchas crisis en la vida son producto de no haber realizado un discernimiento en el tiempo que lo requería, por ello, hay que estar atento a la propia vida, ella nos da señales en las experiencias y situaciones vividas, cuando ya hay molestia interior o no sabemos qué hacer, es momento de apartarse para discernir.

d)      Apertura. El discernimiento se realiza en libertad y apertura. Esto quiere decir que necesitamos estar con las manos vacías de ideas, presupuestos, intereses. La recta intención nos lo recuerda. No podemos aferrarnos a algo para discernir, porque ahí ya hemos tomado una decisión sin saber si ésta es buena o mala en el propio caminar, ahí ya no tiene cabida el discernimiento. Estar abierto es también permitir vernos a nosotros mismos con nuestras zonas oscuras, a nadie le gusta ver lo “malo” que tiene, y muchas veces nos defendemos y atacamos para que nadie se dé cuenta de ello, pero el discernimiento pide lo contrario, pues solo cuando logras descubrir y asumir responsablemente esas tendencias e intereses propios, dudas y errores, solo ahí se da el paso para crecer y para decidir objetiva y acertadamente.
 
e)      Confianza. El miedo paraliza nuestras acciones y también las decisiones. El discernimiento pide una actitud de confianza, así se podrá afrontar la propia vida sin temores. La confianza da la certeza que lo que decida libremente y con sus consecuencias es lo mejor para mi propio proceso, de otro modo, nos viviremos en la angustia de no saber si lo que decidí fue lo mejor o no. Siempre que se discierne existe la posibilidad de una solución.

f)       Acompañamiento. Ya lo hemos abordado un poco pero necesario reforzarlo. El discernimiento no se realiza en solitario, se hace con la compañía de los demás. Necesario confiar en personas prudentes y sabias, no solo los amigos o personas de confianza.

g)      Discernimiento fraterno. Algo muy descuidado en nuestro tiempo es que las decisiones que tomamos afectan a los demás, a nuestro entorno, por ello se hace indispensable que los compañeros de camino (familia, pareja, comunidad, amigos, etc.) tengan un papel importante en el discernimiento, su voz también debe ser oída, sino caeríamos en un individualismo tremendo. Se trata que en familia/comunidad se elijan las opciones adecuadas para vivir el proyecto de Dios que no nos salva aisladamente sino de manera comunitaria.


Esta serie de disposiciones son una base segura para discernir correctamente y que las decisiones que de él surjan sean adecuadas para tu propio caminar. Recuerda que deben estar presentes en todo el proceso del discernimiento y tener una revisión constante. 

martes, 10 de febrero de 2015

El Discernimiento Espiritual

En el Acompañamiento Espiritual existe una herramienta de vital importancia, el Discernimiento Espiritual, de hecho, un verdadero acompañamiento espiritual no puede llevarse a cabo sin la vivencia de un discernimiento espiritual, pero ¿qué es discernir? La palabra “discernir” viene del latín y significa distinguir una cosa de otra, es decir, encontrar la diferencia que existe entre dos cosas. El discernimiento sin más será entonces examinar con cuidado una realidad, poner en claro una situación que toca nuestra vida. Ahora, si a esto le agregamos la parte espiritual, entonces nos encontramos que “el discernimiento espiritual es la búsqueda, clarificación y  ejecución del plan de Dios en nuestra vida”; sí, Dios tiene un proyecto de salvación para ti, para mí, para cada uno de nosotros, y ha querido que participemos directamente en él, por ello, hay que discernir nuestra vida a la luz de Dios y su acción.

El jesuita Juan Segarra, fiel a la tradición de san Ignacio de Loyola, a quien le debemos mucho en materia de discernimiento espiritual, explica en breves y sencillas preguntas y respuestas los tiempos y espacios del discernimiento espiritual. ¿Quién es el que discierne? Un creyente, pues busca en cualquier situación de su vida a la luz de Dios hacer su voluntad. ¿Qué se discierne? La propia vida, cada experiencia y situación de la misma. ¿Cuándo se discierne? Siempre, pero merecen especial atención, las situaciones ambiguas, oscuras, importantes y perplejas de la vida. ¿Cómo se discierne? Solo se puede hacerlo en libertad interior. Se discierne con la cabeza, con el corazón, con la vida, en silencio, sin prisa ni apuro, en oración, tomando consciencia, a través de mediaciones humanas (emociones, sentimientos, ideas, discursos) y espirituales (consolaciones, desolaciones); se discierne de manera personal porque es nuestra vida el objeto de ese discernimiento, pero también de manera comunitaria, pues no podemos hacerlo solos, necesitamos la ayuda de los demás. ¿Para qué se discierne? Para darle la centralidad a Dios en nuestra vida y darle un sentido a la misma.

El Discernimiento nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos, a encontrar a Dios en nuestra vida y a encontrar su voluntad en nosotros, esa que no es imposición, sino amor por vernos a así como nos creó. San Pablo recuerda en una de sus cartas “En todas las cosas, interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom 8, 28); Dios no es ajeno a nuestra vida, Él nos acompaña siempre, está presente en cada acontecimiento que vivimos y quiere que seamos conscientes de ello; nos ofrece además lo necesario para descubrirlo, conocerle y amarle, pero también para sentirnos amados por Él, para conocernos a nosotros mismos y quedar llenos de su vida, que es Él mismo y que se haya escondida en nosotros y hay que descubrirla día a día.

En el artículo anterior de esta pequeña sección hablábamos de la vida en el Espíritu, pues el discernimiento nos ayuda a clarificar la presencia del Espíritu Santo, que recibimos en nuestro bautismo y fue renovado en la Confirmación, y sus invitaciones dentro de la búsqueda de la voluntad de Dios. El mínimo necesario para un iniciar un proceso de discernimiento espiritual es tener una cierta madurez humana, una capacidad de mirarse a sí mismo, es decir, tener un conocimiento personal sólido, desde lo físico hasta lo psicológico, pues si lo que se discierne es la propia vida a la luz de Dios, qué vamos a discernir si no tenemos claro cómo estamos en estas áreas tan importantes de nuestra vida, mucho menos podremos clarificar las mociones de Dios sin un conocimiento propio. También es importante tener una asimilada experiencia básica de fe, pues como creyentes vamos a distinguir lo que Dios quiere de nosotros con su luz y presencia, así sabremos reconocer los parámetros que nos señalen cuando seguimos o no, los caminos de Dios.

Todos nosotros decidimos a cada instante de nuestra vida. Hay situaciones donde es muy claro tomar postura y actuar, pero existen otras donde no podemos apresurarnos a decidir cómo enfrentarlas, debemos detenernos a examinar detalladamente la situación para saber cómo hacerlo. Todas las situaciones que vivimos son objeto de discernimiento, hay unas menos complicadas que otras, pero todas merecen nuestra atención para confrontarlas a la luz del proyecto de Dios en nuestra vida.
Como el discernimiento espiritual lo puede y debe practicar el creyente, comparto algunas cuestiones prácticas que nos pueden ayudar a iniciar con nuestro propio discernimiento teniendo en cuenta que también es necesaria la ayuda de un acompañante o director espiritual que nos guíe en dicho camino.
Ante las situaciones que vives a diario, o de las que interiormente descubres a primera vista que es necesario pensarlas mejor antes de decidir, o ante alguna situación que genera en ti sentimientos ambiguos o conflictivos conviene comenzar con lo siguiente.

1.- Hazte consciente de lo que sientes: identifica que sentimientos y emociones provoca en ti tal o cual situación a discernir. Si te sirve, todo esto lo puedes escribir en una libreta para que lo tengas más a tu alcance y no lo olvides rápidamente. También debes ponerle atención a tu cuerpo. Qué reacciones físicas te provoca esta situación, y por último que ideas y pensamientos me surgen de acuerdo a ella.
2.- Una vez que eres más consciente de lo que vives frente a esta situación, es tiempo de buscar por un lado qué la provocó y por otro qué solución le quiero dar. En el primer caso hay que ver la situación de manera integral, ¿qué pasó? ¿Cómo lo viví? ¿Quienes actuaron en ello?, etc. Y por el otro, ¿qué quiero hacer con esta vivencia?, o ¿cómo decido hacerle frente? ¿Qué aprendo de esto? ¿Qué puedo cambiar? ¿Qué postura tomo frente a ello?
3.- Para tomar una decisión es necesario tener al menos dos opciones o alternativas, éstas hay que pesarlas como en una balanza, con sus pros y sus contras. Esto te ayudará a distinguir que acción es más viable para ti, además utiliza tu intuición para ello, cuando una persona es sincera y muy consciente de sí misma, sabe lo que quiere y lo hace.
4.- Cuando hablamos de hacer un discernimiento de tipo espiritual, este implica más elementos. En este punto no agota en nada todo lo que un discernimiento de tipo espiritual exige, es solo una herramienta primera. La decisión que has elegidos hay que verla a la par de lo que nos dice el evangelio, así como una comparación entre ambas, donde si tu elección concuerda con la praxis de Jesús entonces vas por buen camino, pero debes tener en cuenta las consecuencias de cada elección, eso es ser responsable y libre a la vez.


Inicia este camino practicando estos sencillos y breves pasos en lo cotidiano de tu vida, pues es desde ahí donde encontrarás poco a poco la luz interior propia y la que Dios ha puesto en ti, recuerda lo que Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).

domingo, 11 de enero de 2015

Senderos del Espíritu, el camino del acompañamiento espiritual.

Estos pequeños artículos quieren ser un apoyo para todas aquellas personas que sienten o tienen la necesidad de ser guiadas, pero sobre todo acompañadas, desde el ámbito espiritual, sin por ello dejar de lado todas las dimensiones que poseemos como personas. Para ello es necesario que conozcamos primero qué es la espiritualidad para después comprender que implica el acompañamiento espiritual.

La “Espiritualidad” es una forma o estilo de vida. En nuestro caso, es la forma concreta de vivir nuestro ser cristiano, es la vida misma. Espiritualidad, viene de la palabra espíritu, la cual tiene un triple significado, pero que nos ayudará a comprenderlo mejor en nuestro ser. Significa desde la pneumatología (estudio del Espíritu Santo) el mismo Espíritu de Dios y su ser divino y transformante, la tercera persona de la Trinidad; desde la teología (estudio sobre Dios), es la vivencia que tiene el cristiano de ser animado y guiado por el Espíritu en su propio espíritu; y desde la antropología (estudio sobre el Hombre) las facultades humanas interiores y superiores.  

Las tres tienen que ver con un todo, pero la segunda es la que nos acompañará en este camino, es decir, la referencia explícita de la acción del Espíritu Santo en nuestra vida, nuestro ser. Si la espiritualidad es un estilo de vida, podemos ahora comprender entonces que se trata de la vida en el Espíritu Santo, mi vida, tú vida, la vida de cualquier cristiano a la luz y acción del Espíritu de Dios.
Si estamos contemplando nuestra vida a la luz del Espíritu y su acción, entonces no es válido fragmentar las áreas de nuestra persona; la acción del Espíritu toca toda nuestra vida y persona. Nuestro físico, nuestra psicología, nuestro carácter, nuestros comportamientos, acciones, ideas, deseos y aspiraciones tienen que ver con el Espíritu, la diferencia estará en ser conscientes de su acción en nosotros mismos.

La espiritualidad tiene un doble movimiento complementario, es un por lado la acción del Espíritu en nuestra vida, y por el otro, el desarrollo de todas las capacidades humanas en nuestra persona, ser lo que estoy llamado a ser, en otras palabras: la iniciativa de Dios que se acerca al hombre para comunicarle su vida y la respuesta del hombre ante el proyecto de Dios, que después se concretizará en acciones específicas,  por ello, santos como Francisco de Asís han desarrollado una espiritualidad concreta en la que se vislumbran estos dos movimientos: la acción que el Espíritu Santo tuvo en la vida del pobrecillo y cómo él desarrollo y potencializó las áreas de su ser.

Todo esto nos abre la puerta para afirmar que cada persona tiene una espiritualidad concreta y única, pues el Espíritu Santo actúa en cada persona de acuerdo a sus capacidades y necesidades y cada persona las vive y desarrolla según su ser, pero ambas están dirigidas a una única cosa: vivir la vida divina, la vida de Dios.

Se introduce así en nuestro contexto el término vida espiritual, aunque tengamos que expresar que se quiere decir con ello. De entre todos los seres de la creación, el hombre posee unas características propias y más desarrolladas, comenzando por el físico y su estructura, posee además una capacidad sensorial que abarca esferas amplísimas, incluso extrasensoriales y parapsicológicas. Tiene una emotividad-afectividad, que son sus sentimientos, emociones, deseos, afectos, tendencias que forman parte de su expresión personal. Todo esto le permite establecer relaciones a otro nivel más profundo que los animales.

La dimensión mental, la valoración y la apertura a lo trascendente son capacidades únicas y superiores de la vida humana. La primera nos ofrece la capacidad de aprender, recordar, analizar, pensar, abstraer, formar conceptos e ideas, formular juicios, sintetizar, elegir, rechazar, tomar decisiones, etc., se sintetiza en las potencias del hombre: memoria, inteligencia y voluntad.
La parte axiológica da al hombre el poder usar su libertad para valorar y decidir desde la moral. Es la capacidad de asumir y ser responsable de las acciones que hace, capaz de ser y aspirar a la justicia, lealtad, respeto, solidaridad, servicial, honestidad, felicidad, etc.
En la apertura trascendente las otras dos encuentran una nueva dimensión, una vez que nos descubrimos a nosotros mismos y descubrimos a los demás, hay una ansía de traspasar lo finito, ir más allá de la propia existencia. Los deseos de trascender solo se viven a partir de experiencias y contactos con lo que llamaríamos el Ser Absoluto. Desde el cristianismo este Ser es Dios, el Dios de Jesucristo que trae una vida nueva.

Hemos dado con un elemento clave: experiencia. La vida solo se vive a partir de la experiencia, si no queda hueca, vacía y sin sentido. La experiencia, según Fr. Rafael Checa, es un conocimiento consciente de las situaciones, circunstancias, lugares, de las personas y su misterio. Compromete a toda la persona y sus dimensiones, produce nuevos efectos dejando una serie de transformaciones en la conciencia humana.

El punto de partida de la experiencia espiritual o vida espiritual cristiana es la experiencia humana. Con nuestras dimensiones humanas podemos acercarnos y experimentar la vida de la que Dios quiere hacernos partícipes. Nuestra dimensión espiritual es consecuencia del contacto entre nuestra experiencia humana y el misterio de Dios que se acerca y quiere relacionarse con el hombre.  La relación con el Dios que nos revela Jesucristo es la experiencia espiritual cristiana.

Luis Jorge González tiene una definición bellísima de la experiencia espiritual cristiana: “Es la conciencia de la relación entre el Dios vivo que irrumpe, santo y amoroso y el hombre que tras de buscarlo, lo encuentra a través de mediaciones que le pueden ser fruitivas y gratificantes o desoladoras y dolorosas”. Todos tenemos la capacidad de vivir la experiencia espiritual cristiana, pues ésta no está lejana a nuestra propia vida, quien vive cristianamente, comienza a vivir la vida de Dios desde su propia vida.

El acompañamiento espiritual viene a reforzar y ayudar en el desarrollo y crecimiento espiritual de cualquier cristiano, su tarea es ayudar, dar apoyo, acompañar procesos y sobre todo descubrir las mociones del Espíritu en la vida del que se deja acompañar.

Antes de buscar un acompañamiento espiritual es necesario descubrir en nosotros mismos necesidades y tener un panorama general de nuestros procesos y caminos, estas preguntas te pueden ayudar a tener un panorama amplio de tu realidad presente.

¿Cómo vives tu ser cristiano? ¿Qué tan consciente eres de la acción del Espíritu Santo en tu vida? ¿Qué aspectos de tu propia vida vislumbran tu propia espiritualidad? ¿Cómo estás en tu dimensión física, psicológica, emocional, en tus valores, etc.? ¿Vives de manera integral tu área espiritual con las otras dimensiones de tu persona o la vives de manera exclusiva y en ciertos momentos? ¿Cómo es tu relación con Dios?


Bibliografía: Maccise Camilo, El camino cristiano en la historia, CEVHAC, México 1989. / Ruíz Salvador Federico, Caminos del Espíritu, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1998. / Checa Rafael, La Pastoral de la Espiritualidad Cristiana, Progreso, México 1992.