Tanto amó
Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él,
tenga vida eterna (Jn 3, 16). La presente
expresión bíblica tiene un trasfondo impresionante, se trata en definitiva de
la acción de Dios Padre sobre toda la humanidad, y por ende sobre toda la
creación, es el resumen de su proyecto, de su obra redentora.
Jesucristo,
el Hijo de Dios vino a proclamar la Buena noticia ¿cuál? Pareciera irónico
decirlo ya que en nuestro mundo actual tan infestado de negatividad y malas
noticias qué puede haber de bueno en una noticia de hace dos mil años.
Esa buena
noticia anunciada por Jesús de Nazaret es que ha llegado el año de gracia del
Señor, ha llegado la liberación y la fraternidad. Entiéndase estos términos
desde Dios que son mucho más profundos y radicales, pues tocan a la persona
misma en lo más profundo de su ser y no desde la mentalidad del mundo.
Jesús es el
profeta del reino de Dios, éste no es otra cosa que experimentar el amor de
Dios que está entre nosotros, teniendo como ley el amor, es decir, relaciones
justas y fraternas con los demás, con Dios y conmigo mismo. Un profeta es aquel
que está lleno del Espíritu de Dios y anuncia sus palabras y hace sus obras;
esto quiere decir que Jesús ha tenido originaria y fundamentalmente una
experiencia de Dios, de su Padre y ha quedado lleno de su Espíritu confirmado
en el Bautismo de Juan, lo único que hace es compartir con toda su fuerza dicha
experiencia con palabras y obras. Es una acción profundamente trinitaria.
El proyecto
del Padre no es otra cosa que formar una familia, para ello ha engendrado en la
historia a su Hijo unigénito, es el hermano mayor, el que nos hace hijos en Él,
el que nos muestra al Padre, su padre, nuestro padre. Y si Dios ha querido
formar una familia, se comprende porque hay un Padre y hay un Hijo, de ahí que
la fraternidad (familia) sea el motor que mueva el reino de Dios.
Todo lo que
dijo e hizo Jesús lo vivió del Padre, de su relación íntima y profunda; por
ello, el Hijo es el que puede llevar a cabo toda la obra de salvación del
Padre, el Hijo ha sido enviado y entregado a los hombres, porque el Padre le ha
puesto todo en sus manos (Jn 3, 35). Dios nos ha amado en el amor y entrega de
su Hijo, de ahí que Jesús nos amara hasta la muerte, porque la experiencia de
ese amor entre Él y el Padre en el Espíritu es infinito y desbordante que no
habría otra cosa más que compartirlo y envolver a toda la humanidad, a toda la
creación en él.
El Hijo
(Jesucristo) se ha vuelto hacia nosotros para amarnos con el mismo amor que le
ha amado el Padre. La gracia que supone este amor es el mismo Jesús que a
través de ese amor logra liberar a todos, los acoge a todos, los hace hijos del
Padre y hermanos suyos; les da la vida divina a todos. La gracia es el mismo
Hijo del Padre, por ello él es Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) , la vía
de acceso a Dios Trinidad.
Dios nos ha
abrazado con el mismo abrazo que da a su Hijo en el Espíritu, lo ha envuelto
todo con su amor, cómo el Padre me ha amado, así les amo yo (Jn 15, 9); somos
familia de Dios, familia de hermanos donde resplandece el amor, la comunión del
Espíritu, que nace de las entrañas del Padre y que en Jesucristo lo entregó
todo para que todos fueran uno en él, como él es uno en el Padre.
Hasta la
muerte de su Hijo quiso el Padre manifestar su amor infinito por el hombre en
el Espíritu. Todo hombre que quiera acercarse a este misterio de amor, deberá
experimentar primero su realidad de hijo de Dios y hermano de Jesucristo,
impulsado por el Espíritu. Solo la experiencia de fraternidad (familia) nos
abre el camino de acceso a Dios Trino, solo el amor nos impulsa a abrazarnos
como humanidad entre nosotros y abrazarnos como humanidad con Dios. Esa es la
vocación del hombre: el amor y la unidad.
Hasta que la humanidad se viva como verdadera familia encontraremos paz y alegría entre nosotros, solo el Amor puede salvarnos de nosotros mismos y nuestro egoísmo destructor y alienante. Buscar amar siempre, abre tu corazón al amor y entrega el amor del que eres capaz.
Por: Luis Javier Román Moya