jueves, 20 de febrero de 2014

NUNCA DES POR SUPUESTO QUE AMAS... TAMBIÉN A AMAR SE APRENDE.


He comenzado a comprender (como proceso gradual) que tengo algunas ideas erróneas sobre el amor y que es necesario corregirlas, he visto también mis limitantes para amar, para salir de mí, me he topado con mis sombras, con mis propias necesidades, deseos, anhelos, etc., todo esto me ha llevado a querer comprometerme mucho más con el arte de amar, pero ahora tratando de integrar todo aquello que es necesario para el proceso y transformar lo que no me ha ayudado en dicho proceso.

Saberme invitado para amar y que esta invitación me venga de parte de Dios abrió la puerta a no dar supuestos ni creerme que todo es tan natural como parece en cuanto que como invitación indica que es un proceso y que no todo está dado, lo vamos aprendiendo y vamos adquiriendo las herramientas necesarias para poder hacerlo.

Había chocado mucho con el mandamiento del amor incondicional a Dios, a los demás y a mí mismo por la incapacidad que muchas veces vivo para hacerlo “sobre todas las cosas”, sin embargo, ahora comprendo que dicho mandamiento no se puede vivir si antes no he sido consciente del amor de Dios en mi vida. Nadie da lo que no tiene, y yo no puedo amar a Dios si no me siento amado antes por Él, así de simple.
Con todo, el amor de Dios no se manifiesta de manera aislada, siempre su amor es mediático, es decir, que son los demás en quien Dios se manifiesta para decirnos que nos ama, han sido mis padres, hermanos, familia, mis amigos, hermanos de congregación, conocidos, etc., los que me han enseñado a amar, de ellos aprendí lo que significa amar, aunque poco a poco he tomado conciencia que la vida misma es un regalo de Dios, la naturaleza, experiencias concretas, y ahí también he descubierto cómo Dios me ama; no ha sido fácil y es un constante aprendizaje, nunca se termina de aprender a amar ni a descubrir cómo Dios nos ama.

He pensado también en que todas estas personas de las que he aprendido a amar sólo me han enseñado un pedacito de lo grandioso que es amar, somos seres limitados, ninguno creo yo ha tenido todo el amor que necesitaba desde pequeño, desde niño, pero que llega un momento en que debemos hacernos responsables de nuestro propio proceso de aprender a amar y por ende de enseñar a otros a hacerlo. Descubro en mí una enorme capacidad para amar, aunque también existe una gran necesidad de ser amado por los demás y es aquí donde entro en acción, pues es ahora mi responsabilidad el cultivar el amor, el querer aprender, el darme a los demás y recibir de ellos, el dejarme tocar por Dios y su amor que me salen al encuentro todos los días y a todas horas, de ser consciente de ello;  es mi deber, responsabilidad y derecho.

Madre Teresa de Calcuta decía que hay que “Amar hasta que duela”, no lo comprendía hasta que intenté salir de mi zona de confort en la que esperaba siempre que los demás me amaran y comencé a abrirme a amar al otro aceptándolo como es, aunque debo decir que eso es precisamente lo que duele. Salir de ti y aceptar al otro como es.
Amar se ha convertido en la gran aventura de mi vida con sus grandezas y sus caídas muchas veces demasiado dolorosas como para continuar, pero es la fuerza que me mueve e invita a continuar este camino. Sufrir nunca fue por amor, mejor dicho, amar nunca fue por sufrir, pues el amor no sufre por sufrir, es el ego de mi persona el que sufre cuando se cierra al amor de Dios, de los demás y el propio. Mas que sufrir, el amor es pasión y vida, una entrega completa de sí mismo que hace que duela pero no que sufras.

Si mi proceso de convertirme en persona (personalización) es una maduración, ésta está completamente vinculada a aprender a amar, pues quien ama transforma su realidad y crece desde lo intelectual y emocional hasta lo social y trascendente. Todo lleva a un camino de autoaceptación y autoconocimiento, donde sí, yo soy el protagonista, pero intervienen los demás y Dios mismo. No puedo conocerme si no es por los demás aunque la decisión final sobre mí mismo la tenga sólo yo.

Comienzo a comprender que olvidarse de sí mismo (el niéguese a sí mismo evangélico), no se trata de dejarnos de lado en cuanto despreciarnos, sino en que nos vamos encontrando precisamente en la medida que salimos de nosotros mismos al encuentro del Otro y de los otros, es la misma esencia divina la que nos enseña esto pues Dios sale siempre al encuentro del otro y se posee a sí mismo y por ello nos invita a participar de la maravillosa aventura de la vida y del amor.

Juan Pablo II tiene una frase muy bella sobre la escuela del amor, la escuela de Dios, donde podemos encontrar la vital importancia de cultivar y aprender de cualquier vivencia del amor aunque este parezca imposible de vivir o contradictorio con lo que la sociedad nos presenta.
El amor me lo ha explicado todo, el amor me lo ha resuelto todo, por eso admiro el amor, donde quiera que se encuentre, si el amor es tan grande como sencillo, entonces puedo entender porque Dios quiere ser recibido por gente sencilla.

¿Tengo miedo de amar? Sí, tengo miedo, quizá siempre lo tenga, pero ahora reconozco que este miedo no determina mi respuesta para seguir intentando amar cada día con mayor libertad y entrega. Nunca podremos descubrir que nuestra entrega haya valido la pena, generalmente cuando se ama con intensidad terminamos por sentirnos “fracasados”, los frutos se ven después y no en el momento, nunca quedará infecundo todo el amor que profesemos, siempre habrá una esperanza de vida y de luz, por ello es importante irradiar e inspirar todo el amor que seamos posibles de transmitir.

Dios es amor y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (1Jn 4, 7). Amar es igual a ser y conocer, es una forma de vida no una herramienta más de la misma. Es en él donde somos y nos conocemos, donde nos relacionamos y trascendemos.
Nunca des por supuesto que amas, siempre tendrás una nueva oportunidad de ponerlo en práctica de maneras que nunca imaginaste porque el amor nunca pasa y es tan creativo en sus formas que lo abarca todo, incluso en aquellas realidades donde todo parece oscuro se esconde un rayo de la luz del amor. El reto consiste en siempre estar disponible a encontrar el amor en todo lugar con los ojos de Dios.
Estoy siendo amor porque el amor nunca pasará y nadie podrá arrebatármelo ni separarme de Él. 

(Reflexión sobre la lectura del Libro: ¿Porqué tengo miedo de amar? de John Powell, S.J.) 

domingo, 16 de febrero de 2014

Elementos para entender el paso de Dios desde América Latina.



Trabajo académico (programa piloto de reflexión personal) sobre Teología Espiritual donde se aborda de manera muy simple el tema sobre cómo entender que Dios se sigue manifestando en la historia y contexto de América Latina, en el cual se resaltan tres dimensiones desde las cuales el hombre y la mujer latinos pueden descubrir a Dios: el forjar identidad, hacer comunidad (fraternidad) y el ser conscientes de quiénes somos.